El moro
En tiempos en los que la inmigración es constante tema de debate, hoy quiero rendir un justo homenaje a un gran amigo mio: Lahcen. De origen bereber, nació en el reino de Marruecos y lleva más de cinco años viviendo en Barcelona, concretamente en Cornellà. Es inevitable que mucha gente pueda cruzarse con él y pueda pensar que es un moro más, uno de tantos que vienen aquí sin el menor deseo de integrarse en nuestra cultura y con el ánimo de quitarle el pan a nuestros hijos. Pero también es cierto que, en nuestra sociedad, nos solemos topar con una bastante extendida ignorancia que resulta muy cómoda para una parte ella; más cómoda que aceptar y comprender ciertas nuevas realidades.
La palabra bereber proviene del francés berbère (bárbaro). Era la denominación que hacían los franceses en la época colonial de aquellos pueblos nómadas y guerreros que quedaban al margen de la administración europea. En Marruecos, estos "extranjeros" (tiene guasa que precisamente los franceses los llamaran así) se extendían por las montañas del Rif, que estarían bajo dominio colonial español, por las montañas del Atlas y por el desierto del Sahara (en este caso, los tuareg, los hombres del desierto). En la actualidad, a los pueblos amazigh se les sigue distiguiendo como bereberes dentro de Marruecos. Tienen su propia lengua (Tamasigh) y todavía mantienen muchas de sus costumbres. Muchos de ellos no son musulmanes o no son practicantes. Y su relación con los marroquíes de habla árabe suele ser de bastante desconfianza mútua. Eso me hace pensar que la realidad en el Magreb es mucho más compleja de lo que percibimos. Y, por ende, la inmigración en general.
La ventaja que tiene conocer a alguien de otra cultura y/o de otro país es que te abre la mente. No obstante, dentro de esta sociedad, te da la sensación de estar en un terreno de nadie, ante las voces xenófobas más radicales y las actitudes de determinados individuos que estigmatizan las comunidades inmigrantes. Es cierto que parte de la inmigración no hace todos los esfuerzos posibles para posibilitar su integración, pero también es cierto que parte de los nacidos aquí no hacen absolutamente nada, aparte de quejarse, por intentar comprender y aceptar al otro. Y no creo que, bastantes de estos casos, la falta de sociabilidad tenga que ver con el origen de sus vecinos. No somos una sociedad tan abierta, madura y moderna como pensábamos que somos.
Nuestro amigo bereber en cuestión no vive de acuerdo a la mayoría de tópicos. Algunos dirían que es un moro que está "occidentalizado". Incluso, por la forma de vestir, podría hacerse pasar por uno de "nosotros". No obstante, creo que es de este tipo de personas que, aparte de aprender, tiene mucho que enseñar, tanto de si mismo como de su pueblo. Los bereberes están acostumbrados a vivir en condiciones difíciles, especialmente por la escasez de agua y por la falta de ayudas del estado. Es por ello que tienen un carácter fuerte, luchador, tienen mucha iniciativa y no se cortan para nada. Casi todas las familias tienen como mínimo un familiar en Europa. Acostumbran a ser muy trabajadores y no carecen de sentido de humor. Si se les trata bien, suelen ser muy afables y de enorme amabilidad. No es de extrañar que mucha gente los mire con desconfianza: su ímpetu no suele pasar inadvertido en una sociedad a veces tan pasiva y apática como la nuestra. En su casa, ellos te lo dan todo. Es un tipo de generosidad que acostumbro a echar mucho de menos "entre nosotros".
Dicen que "un corazón alegre encuentra una fiesta en todos los pueblos". A veces, hay lecciones que se aprenden de quién menos te lo esperarías. Parece mentira cómo pueden existir tantos tesoros ocultos enterrados bajo la arena de los prejuicios. Extrañas ironías nos rodean: los franceses llamaban berbere a los amazigh y los máximos críticos y desconfiados de la inmigración son aquellos que, si bien era a nivel intraestatal, fueron hijos de la misma.
Algunos podrán decirme que "no todos son así". Y yo les respondo de la misma manera.
La palabra bereber proviene del francés berbère (bárbaro). Era la denominación que hacían los franceses en la época colonial de aquellos pueblos nómadas y guerreros que quedaban al margen de la administración europea. En Marruecos, estos "extranjeros" (tiene guasa que precisamente los franceses los llamaran así) se extendían por las montañas del Rif, que estarían bajo dominio colonial español, por las montañas del Atlas y por el desierto del Sahara (en este caso, los tuareg, los hombres del desierto). En la actualidad, a los pueblos amazigh se les sigue distiguiendo como bereberes dentro de Marruecos. Tienen su propia lengua (Tamasigh) y todavía mantienen muchas de sus costumbres. Muchos de ellos no son musulmanes o no son practicantes. Y su relación con los marroquíes de habla árabe suele ser de bastante desconfianza mútua. Eso me hace pensar que la realidad en el Magreb es mucho más compleja de lo que percibimos. Y, por ende, la inmigración en general.
La ventaja que tiene conocer a alguien de otra cultura y/o de otro país es que te abre la mente. No obstante, dentro de esta sociedad, te da la sensación de estar en un terreno de nadie, ante las voces xenófobas más radicales y las actitudes de determinados individuos que estigmatizan las comunidades inmigrantes. Es cierto que parte de la inmigración no hace todos los esfuerzos posibles para posibilitar su integración, pero también es cierto que parte de los nacidos aquí no hacen absolutamente nada, aparte de quejarse, por intentar comprender y aceptar al otro. Y no creo que, bastantes de estos casos, la falta de sociabilidad tenga que ver con el origen de sus vecinos. No somos una sociedad tan abierta, madura y moderna como pensábamos que somos.
Nuestro amigo bereber en cuestión no vive de acuerdo a la mayoría de tópicos. Algunos dirían que es un moro que está "occidentalizado". Incluso, por la forma de vestir, podría hacerse pasar por uno de "nosotros". No obstante, creo que es de este tipo de personas que, aparte de aprender, tiene mucho que enseñar, tanto de si mismo como de su pueblo. Los bereberes están acostumbrados a vivir en condiciones difíciles, especialmente por la escasez de agua y por la falta de ayudas del estado. Es por ello que tienen un carácter fuerte, luchador, tienen mucha iniciativa y no se cortan para nada. Casi todas las familias tienen como mínimo un familiar en Europa. Acostumbran a ser muy trabajadores y no carecen de sentido de humor. Si se les trata bien, suelen ser muy afables y de enorme amabilidad. No es de extrañar que mucha gente los mire con desconfianza: su ímpetu no suele pasar inadvertido en una sociedad a veces tan pasiva y apática como la nuestra. En su casa, ellos te lo dan todo. Es un tipo de generosidad que acostumbro a echar mucho de menos "entre nosotros".
Dicen que "un corazón alegre encuentra una fiesta en todos los pueblos". A veces, hay lecciones que se aprenden de quién menos te lo esperarías. Parece mentira cómo pueden existir tantos tesoros ocultos enterrados bajo la arena de los prejuicios. Extrañas ironías nos rodean: los franceses llamaban berbere a los amazigh y los máximos críticos y desconfiados de la inmigración son aquellos que, si bien era a nivel intraestatal, fueron hijos de la misma.
Algunos podrán decirme que "no todos son así". Y yo les respondo de la misma manera.
5 Comments:
Es lo que mucha veces digo... "en todos lados cuecen habas"
En españa tenemos la fácil y mala costumbre de etiquetar a la gente sin dejar la más mínima opción a conocer la situación o las circunstancias. Es Blanco y punto.
Gente como tu amigo, es probable que ya estén acostumbrados a que de vez en cuando se le claven las miradas por la calle, pero como bien dices (y parece el caso de él) la gente de la que menos te lo esperas te asombra gratamente.
Muy buena tu última frase, acorrala la "lógica" de todo prejuicio: la imposibilidad de ver al "otro" como una persona individual, en vez de como una parte de un "todo".
Lo más absurdo es cómo los tópicos o generalizaciones que hacen referencias a "los otros" suelen ser aceptados fácilmente por aquellos que rechazan los tópicos y generalizaciones que les afectan. Así, pueden a la vez indignarse diciendo "no todos los catalanes somos unos tacaños" o "no todos los españoles somos toreros", y sin embargo, ser incapaces de comprender que, cuando un moro, un rumano, etc. roba a alguien, lo está haciendo ESA PERSONA y no todos los de su país o etnia.
Vale...vale...muy buen tio y eso....¿pero pasa o no pasa?...je je es coña...
con colegas asi te lo podrias currar un poco y montar un tour por el Moroco...
Este artículo me recuerda el maniqueismo con el que hemos tratado la inmigración: había un inmigrante "malo", los marroquíes y por extensión todos los musulmanes, y un inmigrante "bueno", los latinoamericanos. Los musulmanes eran malos porque practican una religión (no voy a decir que diferente a la nuestra, porque muchos ya no tenemos religión), hablan otro idioma y tienen otras costumbres. En cambio los latinoamericanos no iban a generar ningún problema de integración al haber un sustrato histórico, religioso y lingüístico común...en fin, que la realidad rompe tópicos y como mínimo en L'Hospitalet podemos comprobar como unos no son tan malos y los otros no son tan buenos...y si no que se lo pregunten algunas comunidades de vecinos que tienen que soportar el ruido excesivo que generan las fiestas que muchos latinoamericanos tienen por costumbre celebrar en sus pisos, algo excepcional entre los inmigrantes musulmanes
Moro mierda, disgraciauuuuuuu.
Fdo. El Disgrasiau
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