Imperativos irritantes
A veces, no estoy seguro que exista algún país como el nuestro. Disfrutamos de la buena comida; Tenemos asequible acceso a una exquisita degustación de vino, sidra, sangría...; Gozamos de un buen clima y, cuando queremos, sabemos disfrutar de la vida. Tenemos una historia que puede resultar apasionante incluso más allá de nuestras fronteras y contamos con rasgos culturales únicos en el mundo. Y, sin embargo, soportamos una Guerra Civil fraticida y da la sensación, por momentos, que no aprendimos nada de tanta muerte y destrucción. Después de tantos años, políticamente nos calentamos con mucha, demasiada, facilidad.
Una noche volvía a casa en taxi. Estaba atrás, silencioso, escuchando la emisora de radio que tenía puesta el taxista. No recuerdo bien qué cadena sería. Lo que sí recuerdo es la gran cantidad de barbaridades que decían los tertulianos. El nivel de acidez de la crítica que se hacía no me parecía que tuviese que ver con grandes divergencias ni en la gestión ni en la ideología. Todo se reducía a "éste o aquél no me gustan. Punto. Comencemos a criticarlos". Y uno piensa: si este conductor escucha todos los días a esta gente, su capacidad analítica de la política no se incrementará, pero sí su odio, su ira y su rabia. Tal vez pequé de ser demasiado ligero de juicio, pero, la verdad, yo estaba deseando que el taxista no abriera la boca para hablar de política, porque, volviendo de fiesta, lo que menos te apetece es que te incomoden con el típico comentario frivolo y demagógico de queja existencial. Las ideas se pueden discutir; Las ideologías se pueden confrontar; Pero ¿cómo se combaten las palabras que se emplean para reflejar un estado de resentimiento, amargura o frustración?.
Según el eje ideológico puedes tender a la izquierda o hacia la derecha. Cada persona tendrá sus motivos, basados en su condición socieconómica, su status social, su tradición familiar. Pero ahora bien, eso no impide que una persona de izquierdas pueda valorar si un político socialista o comunista es un pésimo gestor o que un individuo de derechas no se avergüence de lo que hace un dirigente del PP. Caer en el sectarismo ha demostrado ser un mal camino, puesto que en España vivimos una polarización política que nos llevó a la página más negra de nuestra historia. No obstante, bien como realidad latente, bien por interés para mantener a los partidarios fieles a un bando en contraposición al otro, se están siguiendo las tendencias más provocativas, como si la posesión de la razón y la verdad absolutas pudieran estar en las manos de alguien y no hubiera que parar hasta conseguir imponerla.
Dicen que la Guerra Civil Española es algo del pasado y que habría dejarlo enterrado. A mi me parece un gran error dejarlo en el olvido, porque es un capítulo oscuro para el que habría que poner todos los medios posibles para que no se repita. Muchas heridas no se han cerrado todavía, porque la llegada de la democracia en el 77 no se aprestó como un verdadero gesto de reconciliación nacional. No es de extrañar que, por un lado, algunos reclamen justicia, por la dura y cruel represión sufrida en la postguerra, mientras que otros consideren que no han de hacer ninguna concesión, porque se ven como los legítimos vencedores (por gracia divina) de una sangrienta confrontación que, aunque llevó bajo tierra a miles y miles de personas, pusó fin a un periodo de inestabilidad política y anarquía. Y, claro, mejor no darle más vueltas, no vaya a ser que las visitas de la vergüenza se vuelvan constantes. Pero ese vestigio del pasado todavía permanece ahí y parece inevitable que pueda generar en una parte de la sociedad una concepción de la política como si de una guerra fría se tratara, con los partidos con el que se identifican ambas tendencias ideológicas cada uno en un bando. Una visión simplista que, quizá, lo que único que consigue es beneficiar a los partidos mayoritarios, pero consiguiendo que sus partidarios se tengan cada vez más inadversión mútua.
Lo malo de que existan dos visiones políticas supuestamente contrapuestas no es que nadie se baje nunca del burro, sinó que parece que se tenga que admirar al que permanece más erguido encima de él. Es una manera de atraer a los extremos a una mayoría. Ahora bien, lo que puede llamar la atención es que esta atracción que se ejerce no es propiamente hacia los extremos de un eje ideológico. Parece que sea más bien una confrontación al estilo Barça-Madrid.
Un buen ejemplo sería el reciente caso de ETA. Apoyar la negociación con la banda terrorista durante el gobierno del PP, pero rechazarlo durante el gobierno del PSOE, ¿es resultado de ser ideológicamente derechas o de una simple afinidad política?. De igual manera, ¿hasta que punto la gente de izquierdas puede afirmar y sabe justificar que determinadas leyes del PSOE, como la LOE, son mejores que las del PP? .
No pierdo la esperanza de que el debate político deje de reducirse a qué partido político es el mejor y quién tiene toda la razón en esto y aquello. Cada uno tiene sus ideas, sus opiniones y su ideología, que no tienen porque ni mejores ni peores por ser diferentes. Esperemos que los generadores de opinión no sean superficiales, imperativos ni tan ególatras, y que puedas hablar de política tranquilamente con cualquiera sin tener que nadie se incomode. Creo que es mucho pedir, pero vamos que ver que conseguimos es este 2007.
Una noche volvía a casa en taxi. Estaba atrás, silencioso, escuchando la emisora de radio que tenía puesta el taxista. No recuerdo bien qué cadena sería. Lo que sí recuerdo es la gran cantidad de barbaridades que decían los tertulianos. El nivel de acidez de la crítica que se hacía no me parecía que tuviese que ver con grandes divergencias ni en la gestión ni en la ideología. Todo se reducía a "éste o aquél no me gustan. Punto. Comencemos a criticarlos". Y uno piensa: si este conductor escucha todos los días a esta gente, su capacidad analítica de la política no se incrementará, pero sí su odio, su ira y su rabia. Tal vez pequé de ser demasiado ligero de juicio, pero, la verdad, yo estaba deseando que el taxista no abriera la boca para hablar de política, porque, volviendo de fiesta, lo que menos te apetece es que te incomoden con el típico comentario frivolo y demagógico de queja existencial. Las ideas se pueden discutir; Las ideologías se pueden confrontar; Pero ¿cómo se combaten las palabras que se emplean para reflejar un estado de resentimiento, amargura o frustración?.
Según el eje ideológico puedes tender a la izquierda o hacia la derecha. Cada persona tendrá sus motivos, basados en su condición socieconómica, su status social, su tradición familiar. Pero ahora bien, eso no impide que una persona de izquierdas pueda valorar si un político socialista o comunista es un pésimo gestor o que un individuo de derechas no se avergüence de lo que hace un dirigente del PP. Caer en el sectarismo ha demostrado ser un mal camino, puesto que en España vivimos una polarización política que nos llevó a la página más negra de nuestra historia. No obstante, bien como realidad latente, bien por interés para mantener a los partidarios fieles a un bando en contraposición al otro, se están siguiendo las tendencias más provocativas, como si la posesión de la razón y la verdad absolutas pudieran estar en las manos de alguien y no hubiera que parar hasta conseguir imponerla.
Dicen que la Guerra Civil Española es algo del pasado y que habría dejarlo enterrado. A mi me parece un gran error dejarlo en el olvido, porque es un capítulo oscuro para el que habría que poner todos los medios posibles para que no se repita. Muchas heridas no se han cerrado todavía, porque la llegada de la democracia en el 77 no se aprestó como un verdadero gesto de reconciliación nacional. No es de extrañar que, por un lado, algunos reclamen justicia, por la dura y cruel represión sufrida en la postguerra, mientras que otros consideren que no han de hacer ninguna concesión, porque se ven como los legítimos vencedores (por gracia divina) de una sangrienta confrontación que, aunque llevó bajo tierra a miles y miles de personas, pusó fin a un periodo de inestabilidad política y anarquía. Y, claro, mejor no darle más vueltas, no vaya a ser que las visitas de la vergüenza se vuelvan constantes. Pero ese vestigio del pasado todavía permanece ahí y parece inevitable que pueda generar en una parte de la sociedad una concepción de la política como si de una guerra fría se tratara, con los partidos con el que se identifican ambas tendencias ideológicas cada uno en un bando. Una visión simplista que, quizá, lo que único que consigue es beneficiar a los partidos mayoritarios, pero consiguiendo que sus partidarios se tengan cada vez más inadversión mútua.
Lo malo de que existan dos visiones políticas supuestamente contrapuestas no es que nadie se baje nunca del burro, sinó que parece que se tenga que admirar al que permanece más erguido encima de él. Es una manera de atraer a los extremos a una mayoría. Ahora bien, lo que puede llamar la atención es que esta atracción que se ejerce no es propiamente hacia los extremos de un eje ideológico. Parece que sea más bien una confrontación al estilo Barça-Madrid.
Un buen ejemplo sería el reciente caso de ETA. Apoyar la negociación con la banda terrorista durante el gobierno del PP, pero rechazarlo durante el gobierno del PSOE, ¿es resultado de ser ideológicamente derechas o de una simple afinidad política?. De igual manera, ¿hasta que punto la gente de izquierdas puede afirmar y sabe justificar que determinadas leyes del PSOE, como la LOE, son mejores que las del PP? .
No pierdo la esperanza de que el debate político deje de reducirse a qué partido político es el mejor y quién tiene toda la razón en esto y aquello. Cada uno tiene sus ideas, sus opiniones y su ideología, que no tienen porque ni mejores ni peores por ser diferentes. Esperemos que los generadores de opinión no sean superficiales, imperativos ni tan ególatras, y que puedas hablar de política tranquilamente con cualquiera sin tener que nadie se incomode. Creo que es mucho pedir, pero vamos que ver que conseguimos es este 2007.
5 Comments:
mario,
estoy totalmente de acuerdo con lo que dices, pero creo que omites un hecho bastante importante: junto a la polarización, sectarismo y crispación de la que hablas, que parecen ser consustanciales a la vida política española (que no a la catalana) hay una creciente mayoria que se mira toda esta pasión desenfrenada con creciente indiferencia, lo cual, a veces pienso que es hasta bueno dado que significa no dejarse llevar por un debate mesiánico, irredento y maniqueo, lleno de figuras caudillistas que intentan hacernos creer que sin ellos el pais (o la region, ciudad, lo que sea)estan perdidos.
En fin, esperemos que el 2007 sea un poco mejor pero con las municipales de por medio y las generales acercandose mucho me temo que no será así.
Algún día llegará que la discusión no sea por colores y equipos y sea por palabras e ideas.
hay que luchar por ello!
Un post genial y un análisis más que acertado.
Qué me dices de las absurdas confrontaciones territoriales. Un debate pueril, superado en los pueblos civilizados y que parece que aquí no podamos vivir sin decir cosas del estilo, "si éste la tiene larga, yo más, y mi vecino, que habla la misma lengua que yo, no veas..."
Quizá se me vea el plumero, pero creo que ciertos sectores afines al principal partido de la oposición (me refiero a ciertos diarios o cadenas de radio) deberían empezar a tomar conciencia que sus actitudes, sus declaraciones o sus editoriales son extremadamente tóxicas para la convivencia de todos nosotros. Es cierto que todos podemos cometer determinados excesos, pero entiendo que hay límites que no se pueden rebasar.
Nuestros políticos (que creo que son mayoritariamente honestos) deberían empezar a hacer más pedagogía. Explicar (y no sólo enunciar) por qué una cosa es mejor que otra, de una forma sana, razonada, sin vísceras.
Nuestra historia nos ha enseñado demasiado bien que no necesitamos caudillos, ni líderes, ni salvapatrias.
Un excelente post, sí señor. Enhorabuena.
Si lo que pretendes es que imperen la lógica y el sentido común, el razonamiento y la buena educación, me veo obligado a recordar lo que, según Dante, está escrito en la puerta del Infierno: "Abandonad toda esperanza".
En pocos años hemos entrado (o reentrado, mi memoria política no es muy larga) en un ambiente sectario: se sigue ciegamente lo que dice "nuestro" líder político, y se leen y se escuchan sólo "nuestros" medios de comunicación. Personalmente, empecé a darme cuenta de esta situación al final del gobierno de Aznar, donde mucha gente ya no sólo estaba en contra de su política, sino que directamente lo odiaba. Luego vino el 11-M y el vomitivo espectáculo de ver convertida una tragedia en una refriega de políticos y periodistas navajeros. Como reacción, ahora los hay que también odian a Zapatero hasta límites insospechados, y parece que esta espiral no va a cambiar en mucho tiempo.
No espero nada de los medios de comunicación porque, más que crear un estado de ánimo, creo que en ocasiones responden a lo que la gente demanda. El que intenta poner un poco de cordura y mesura dentro de los de "su" bando acaba mal: fíjate el caso del ABC, al que muchos de derechas consideran un vendido al polanquismo y al socialismo, añorando lo que llaman "el ABC verdadero". ¡Quién nos iba a decir que el ABC íba a acabar siendo de izquierdas!
No sé si esto será un mal específico de España o no. En cualquier caso, ya lo dice el refrán: mal de muchos, consuelo de tontos...
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde.No obstante, como bien dice Buxter, esta escalada no va a parar.En el caso que el PP volviera a gobernar: ¿no creeis que demasiada gente recordará la actitud hipócrita y desmedida con la que destaca en la actualidad? Ya no es que el partido de la oposición no esté dando la talla, que, a mi parecer, no la está dando porque se dedica más a destruir que a construir, sinó que erosiona las bases de la democracia. No reconoce su derrota en las elecciones de 2004 y eso es peligroso, porque eso permitirá a sus rivales no asumir tampoco la suya cuando suceda en un futuro. Lo que comienza con una muestra de mal perder puede acabar con vulneraciones de las reglas de juego. Y desde ciertos púlpitos mediáticos dando arengas al estilo de los imanes radicales. Feo, feo.
Es tarea dura, pero tocará hacer pedagogía. No es cosa fácil, porque la apatía y la pasividad rara vez sale a un encuentro de conversación política si no es para quejarse o protestar por algo.No son pocos a los que les cuesta "trabajar" por la sociedad como colectivo. Solo confío que esta partida por conseguir la implicación social no se la lleven los sofistas baratos de turno, en afán de una egolatría que se imponga al sentido común y colectivo de la sociedad.
Gracias por vuestra colaboración.
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