miércoles, noviembre 07, 2007

Algo se me ocurrirá

Nada tenía que ver la apasionante final de la Asian Champions League, que enfrentaba ayer al Sepahan iraní y al Urawa Red Diamonds japonés. Las extravagancias pueden rendirte visita solas y sin compañías, aunque cuando se acumulan varias en una habitación son más espectaculares y sonoras que una estancia gitana en un hospital de payos. Los sociólogos no se ponen de acuerdo; Y los psicólogos, menos todavía. Quizá algún mestizo socio-psicólogo pueda dar alguna explicación plausible. Como algún gracioso excursionista acuñó al ser preguntado sobre la gran cantidad de arañazos que mostraba en brazos y piernas: "El gato es mio y me lo cepillo cuando quiero". Porque vivir en sociedad conlleva compartir la cuotidianidad diaría con personas con un peculiar concepto de la propiedad o del derecho. Solo unos pequeños ejemplos.

Llega una mujer indignadísima para dar a conocer al mundo lo enfadada que está. Se siente ultrajada por el terrible abuso que ha cometido la Administración Pública con su persona: ¡le han multado por aparcar en una plaza para minusválidos!!! ¡Demonios! ¡Pero si no había nadie!!. "No hay derecho" - protestaba. "Si no lo ocupa nadie, es una tontería que se quede vacío mientras otros se pasan horas dando vueltas". Uno se detiene a pensar al respecto. No es estúpido creer que la existencia de esa plaza o plazas resultan algo ineficientes. Sin embargo, se considera que el beneficio que reporta cuando son utilizadas debería compensar el inconveniente que genera, partiendo de cierto principio de solidaridad. Óbviamente, puede discutirse hasta que punto o grado se produce esta "compensación", pero lo que se sobreentiende es que una vez aceptada esa realidad (reservar un espacio para gente con discapacidad), el colectivo general debe respetarlo. Puede estar más o menos de acuerdo, en virtud de variados criterios, pero has de aceptarlo. No obstante, aquella señora seguía creyendo que era aquello una vergüenza, primero por desperdiciar el espacio (si hubiera venido alguno, ya lo hubiese apartado) y segundo por castigarla por "pensar diferente". Parece que los convencionalismos solo son válidos si son aceptados subjetivamente, que el llamado derecho positivo es una patraña de un poder corrupto y que ya podría aparecer el mismísimo Ronald Dworkin , que nadie la convencería de que aquello no era una injusticia.

Un amigo también me mostró su enorme desaliento, frustración y cabreo cuando fue sancionado por no llevar billete en el tranvía. "¡Qué cabrón de revisor!. Pero si casi nadie pica la targeta. Me ha tocado pagar el pato". Cuando le contesté irónicamente que tenía toda la razón y que la culpa era toda del revisor, respondió que no iba a pagar la multa; Que era injusto que él pagara una multa cuando ve a mucha gente colarse (obviando, claro está que si le multaron a él y no al resto, su observación no era para nada acertada). El hecho de querer abusar de un servicio público, pagado con los tributos colectivos, no le hacía sentar mal. Como lo hacen los demás... y lo pagan también los demás...

¿Peco de moralista? Convivir con semejantes dosis de estupidez y egoismo no resulta nada extraño. El día a día se llena de reivindicantes propietarios de la Razón más cargada deseosos de sobresalir sobre la media ciudadana. A nivel personal, me preocupa de hecho que esté centrándome en este tipo de personas. Tras haber dedicado un post para hablar de los desagradecidos y otro para mencionar el egocentrismo turista, escribir sobre ejemplos de mezquindad, aunque aporten algo y den para pensar, me genera la sensación de que soy víctima de cierta negatividad. Debe haber algo en mi entorno que me está deprimiendo. No es mens sana fijarse y destacar estos detalles. Aunque uno tema, procurando no caer en la arrogancia (no sé si con mucho éxito), que tanta tontería sea contagiosa. O peor, que sea un rasgo cultural. Dios mío, esto parece el reflejo real de la paranoia de Invasión (2007). Sin duda, se hace necesario cambiar de óptica. Tal vez ser más asertivamente positivo. En fin, no sé. Ya se me ocurrirá algo.

3 Comments:

Blogger Miroslav Panciutti said...

La mezquindad insolidaria o el egoísmo incívico radical es una de las notas definitorias de la rancia hispanidad. Otra, muy vinculada, es cabrearnos enseguida cuando se nos hace notar esos comportamientos. ¡Qué le vamos a hacer si España y yo somo así! Saludos.

15/11/07, 18:23  
Blogger C.C.Buxter said...

Desde que vi por la televisión a unos vecinos quejarse porque habían puesto un centro de atención a deficientes mentales en su barrio no veía nada tan deliciosamente delicado... ¡Malditos minusválidos!

Dworkin no creo que la convenciese, pero Rawls y su teoría del velo de ignorancia quizá sí: si no supiésemos si vamos a ser minusválidos o atletas en perfecto estado de salud, ¿estaríamos a favor de las plazas reservadas a minusválidos? Que responda la sinceridad, no la hipocresía.

20/11/07, 13:11  
Blogger Reverendo Pohr said...

Hombre, Panciutti, esperemos que estos rasgos no sean definitorios a nivel general. ¿dónde vamos a huir? ¿será verdad que la invasión de los ultracuerpos comenzó hace tiempo en España? Horror, no quiero acabar como Donald Sutherland!!!

Así es, Buxter, al igual que en otros tiempos pasados hay que esconder a los disminuidos, no vaya a ser que los vea alguien. O igual es porque una minusvalía puede ser contagiosa... será porque la imbecilidad parece que sí lo es; Las teorías de Rawls son fantásticas en términos de igualdad... pero suelen quedarse en teorías. Incluso el Velo de la Ignorancia corre el riesgo de estar contaminado por un ramalazo utilitarista mezclado con una dosis de riesgo (si me toca, mala suerte, pero sinó...). Es una lástima. Ayudaría a pensar de otra manera.

20/11/07, 13:42  

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