Bárbaros en Canaan (parte I)
La mayoría no sienten simpatía por su rey, pero tienen miedo a exteriorizarlo; Tampoco son demasiados los que se identifican con la bandera de su país; Se consideran abandonados por él; Se sienten robados, en su propia tierra, sin poder siquiera denunciarlo. Las diferencias entre "árabes" y "bereberes" en el Maghrib se hacen enormes. Su constante confrontación queda patente en las fiestas, cuando al son de sus tambores, sus bailes llegan a rivalizar con enorme agresividad y extraordinaria violencia. No cuentan con una confianza mútua. En muchos casos hasta sienten un desprecio mútuo. No son pocos los bereberes que no se expresan nunca en árabe. Es más, incluso prefieren antes expresarse en francés o en español. Tienen elementos comunes en sus culturas, en sus tradiciones, en sus diferentes lenguas. Pero en aquello que les hace distintos, semejanzas hay pocas.
Al-Rashid fue el primer sultán de Marruecos en 1666. Era hijo de Mulay Ali Sharif, el primer miembro de la dinastía alauita (regente en la actualidad), sultán de Halifalt. Rachid se rebeló contra su hermano, Mohammed I, heredero de Ali Sharif, y para ello recibió ayuda de los pueblos nómadas que habitaban las montañas del Atlas y el Rif: los berberes ("extranjero" en francés), los amazigh. Rashid conquistó Marrakech y se convirtiría en el primer monarca alauita de Marruecos con el apoyo bereber. De hecho, una de las grandes ciudades fundadas por los bereberes se denomina Er-Rachidia .
Aquellos acontecimientos del S.XVII quedan ya lejos. Rabat, Casablanca y Marrakech, ciudades árabes por excelencia, le sacan una desproporcionada ventaja a las ciudades subátlicas de Ouarzazate (con estudios cinematográficos, pero sin cines) o Er-Rachidia; El Banco Popular de Tinghir ingresa cada año millones y millones de Dirhams, sobretodo divisas en conceptos turísticos, pero sus calles no están asfaltadas o parecen haber sido castigadas por bombardeos. Eso por no comentar el deterioro de la carretera que lleva a las turísticas Gargantas del Todra, cuyos caminos interiores todavía están pendientes de reconstrucción tras las últimas riadas; Hace dos años, al norte, en Tamassint, el abandono ante el terremoto que azotó el Rif en 2004, generó protestas, se llegó a reclamar la independencia e incluso el gobierno hubo de reprimir una mini-intifada. No mucho antes, ya hubo problemas en las minas de Imini, al sur de Ouarzazate, donde, no solo se discriminaba a los trabajadores bereberes, sinó que las huelgas fueron reprimidas y penadas en juicios algo peculiares. Ni el oro ni la plata de dichas minas brillan en exceso al sur del Atlas, como tampoco les sobran infraestructuras. No hay autopistas, ni líneas ferroviarías y habría que ver cómo son los pocos aeropuertos (o aeródromos) existentes. El que quiera agua, que cabe él solito un pozo; El que sea irremediablemente exigente, que sepa que le espera una suite en alguna cárcel más al norte.
Habitual residente en la catalana costa de Castelldefels, un bereber disfruta de su boda en su tierra. Espera resolver pronto los trámites administrativos. La lógica dice que no tendrá problema: ¿para qué va a invertir el gobierno marroquí en las zonas bereberes, cuando éstos se van marchando a Europa y envían divisas desde allí? ¿Para qué construirles infraestructuras si muchos trabajadores de la construcción en el viejo continente pueden trabajar ellos mismos y con su dinero en sus propias viviendas y reconstruir sus desgastados pueblos?. "Ya se buscan bien la vida" - pensará más de uno.
No obstante, la vida al otro lado del Mediterranio no es un camino de rosas precisamente. La hospitalidad con que dispensan a los extranjeros allí no acostumbra a ser la misma que la que reciben aquí. No todos los árabes y bereberes se odian entre sí. En cada grupo habrá de todo. Sin embargo, cuando cruzan el Estrecho de Gibraltar, pasan a ser todos "moros" (aunque originariamente la palabra "moro" se utilizaba para denominar a los propios de Mauritania, antes de adquirir su carácter peyorativo). Lleguen en avión, ferry o patera, otra historia comienza para ellos. Y todo emigrante sabe de qué va la historia.
Al-Rashid fue el primer sultán de Marruecos en 1666. Era hijo de Mulay Ali Sharif, el primer miembro de la dinastía alauita (regente en la actualidad), sultán de Halifalt. Rachid se rebeló contra su hermano, Mohammed I, heredero de Ali Sharif, y para ello recibió ayuda de los pueblos nómadas que habitaban las montañas del Atlas y el Rif: los berberes ("extranjero" en francés), los amazigh. Rashid conquistó Marrakech y se convirtiría en el primer monarca alauita de Marruecos con el apoyo bereber. De hecho, una de las grandes ciudades fundadas por los bereberes se denomina Er-Rachidia .
Aquellos acontecimientos del S.XVII quedan ya lejos. Rabat, Casablanca y Marrakech, ciudades árabes por excelencia, le sacan una desproporcionada ventaja a las ciudades subátlicas de Ouarzazate (con estudios cinematográficos, pero sin cines) o Er-Rachidia; El Banco Popular de Tinghir ingresa cada año millones y millones de Dirhams, sobretodo divisas en conceptos turísticos, pero sus calles no están asfaltadas o parecen haber sido castigadas por bombardeos. Eso por no comentar el deterioro de la carretera que lleva a las turísticas Gargantas del Todra, cuyos caminos interiores todavía están pendientes de reconstrucción tras las últimas riadas; Hace dos años, al norte, en Tamassint, el abandono ante el terremoto que azotó el Rif en 2004, generó protestas, se llegó a reclamar la independencia e incluso el gobierno hubo de reprimir una mini-intifada. No mucho antes, ya hubo problemas en las minas de Imini, al sur de Ouarzazate, donde, no solo se discriminaba a los trabajadores bereberes, sinó que las huelgas fueron reprimidas y penadas en juicios algo peculiares. Ni el oro ni la plata de dichas minas brillan en exceso al sur del Atlas, como tampoco les sobran infraestructuras. No hay autopistas, ni líneas ferroviarías y habría que ver cómo son los pocos aeropuertos (o aeródromos) existentes. El que quiera agua, que cabe él solito un pozo; El que sea irremediablemente exigente, que sepa que le espera una suite en alguna cárcel más al norte.
Habitual residente en la catalana costa de Castelldefels, un bereber disfruta de su boda en su tierra. Espera resolver pronto los trámites administrativos. La lógica dice que no tendrá problema: ¿para qué va a invertir el gobierno marroquí en las zonas bereberes, cuando éstos se van marchando a Europa y envían divisas desde allí? ¿Para qué construirles infraestructuras si muchos trabajadores de la construcción en el viejo continente pueden trabajar ellos mismos y con su dinero en sus propias viviendas y reconstruir sus desgastados pueblos?. "Ya se buscan bien la vida" - pensará más de uno.
No obstante, la vida al otro lado del Mediterranio no es un camino de rosas precisamente. La hospitalidad con que dispensan a los extranjeros allí no acostumbra a ser la misma que la que reciben aquí. No todos los árabes y bereberes se odian entre sí. En cada grupo habrá de todo. Sin embargo, cuando cruzan el Estrecho de Gibraltar, pasan a ser todos "moros" (aunque originariamente la palabra "moro" se utilizaba para denominar a los propios de Mauritania, antes de adquirir su carácter peyorativo). Lleguen en avión, ferry o patera, otra historia comienza para ellos. Y todo emigrante sabe de qué va la historia.
1 Comments:
Eso es mentira!!! aunque en este escrito dices bastantes verdades, me sorprende ver como te haces el tonto y dices que no sabes donde está todo ese dinero del Banco de Tinghir, que sus calles parecen haber sido bombardeadas, cuando te has dedicado a explorar durante 10 días en profundidad el mítico barrio rojo de Tinghir, que brilla con luz propia (a pesar de no estar asfaltado) y donde hay gargantas más profundas que las del Toldra.
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