viernes, agosto 29, 2008

Jefes: Ruffus Magmatik

"¿Quién te ha dicho que dejes de empujar?. Tú empuja el columpio aunque esté vacío"

Antes de que mis superiores laborales procedan a su retorno vacacional, voy a aprovechar para recordar a uno que tuve hace algún tiempo, caracterizado todo él por una tremenda hiperactividad. Qué mejor manera de acabar agosto que rememorar a una de esas tipologías de jefes que generan un cúmulo de experiencias únicas (que no irrepetibles, lamentablemente) por la gran cantidad de sensaciones contradictorias e indescriptibles que las acompañan. Este verano estamos de homenajes.

Cómo no recordar esas electrizantes entradas en el despacho, mezcla entre Speedy González, Flash y los Autos Locos. Nadie le vio nunca introducirse ninguna extraña substancia por el tabique nasal pero sus espitosos comienzos de la jornada laboral ponían a prueba a los dioses del sosiego y la calma más poderosos del planeta. Era todo un espectáculo, incluso podría ser un personaje de los Hermanos Coen. Imaginaosló: le ponía tanto ímpetu que repartir trabajo era para él como dar latigazos por doquier. Su secretaria era una santa (aunque para él, más bien era su chacha o su asistenta); No entiendo como nunca la erigieron monumento (o dos). Es más, aunque me pareciera inverosímil, creo recordar que nunca cogió la baja ante semejante vendaval de órdenes, mandatos y directrices exhortativas a cada cuál más caótica. Porque, es de precisar, hiperactividad no significa productividad en iguales proporciones. O mejor dicho, si "la fuerza sin agarre no tiene control", aquello podría describirse como una experiencia aproximada a la teoría aplicada del caos. La Ley de la Termodinámica en pleno desarrollo.
En tercero de Bachillerato, me explicaron que existía en la naturaleza el Principio de no contradicción ("No se puede producir un suceso y su contrario en el mismo momento y lugar") . Y no dudo que pueda existir dicho principio, pero las altas velocidades que alcanzaba este hombre a la hora de afirmar algo y luego afirmar luego lo contrario y contradecir las dos, me hizo pensar que dicho principio tenía derecho a vacaciones o a permanecer en suspenso. Si alguien afirmó en cierta ocasión que una persona no debe permanecer atada o esclavizada por sus palabras, éste era el vivo ejemplo del empleo verbal más laxo y libertino. Es como una etapa de ciclismo con constantes escapadas y confiar que tu instinto te diga cuál será la buena. Hacía falta casi tener un máster para atinar cuando se debía realmente tomarle en serio (por supuesto, aparentando que eso se hacía en todo momento).

Además, la cuestión no era ser eficiente, sinó trabajar sin más, puesto que para algo "dignifica a la persona". Recuerdo aquel episodio de "Las doce pruebas de Astérix". En aquel cómic, los protagonistas galos tenían que superar una série de trabajos para demostrar que eran como los dioses y una de ellas era conseguir un formulario en la Casa de los Locos. En comparación con las otras pruebas podía parecer una labor relativamente fácil. Sin embargo, aquella casa, una representación paródica de cualquier Administración Pública (almenos latina), había hecho enloquecer a un incontable número de personas que habían osado entrar en ella, por lo que no sería tan sencillo obtener dicho formulario. Tras muchas vueltas y horas perdidas, mostrando las vicisitudes tan propias de casi todo organismo público, los galos acaban tirando de ingenio y consiguen tener cara a cara al gerente de la Casa: un individuo sentado en un columpio de madera, el cuál es empujado por su secretaria. El sujeto en cuestión accede finalmente a ayudarles, pero cuando va a salir por la puerta, repara en que su secretaria se encuentra en estado de reposo y le suelta una dura reprimenda: "¿Quién te ha dicho que pares? Tú sigue haciendo tu trabajo y sigue empujando".

Todavía recuerdo a un compañero que recibió una llamada suya un sabado por la noche para que le hiciera algo el lunes por la mañana; Algo que se lo podía haber pedido el mismo lunes en persona, porque no corría tanta urgencia. Otra compañera recibió mails suyos escritos a las 11 de la noche de un sabado o a las 3:30 de la madrugada. De aquello que piensas: ¿Qué hace este tío a esas horas? ¿su mujer no le quiere? ¿sus hijos no le hacen caso?. Un malpensado podría pensar que tiraba la caña a los empleados (sobretodo a las empleadas). ¡Qué va! Se le ocurría algo y lo ejecutaba ipso facto no fuera que se le olvidara. El sentido es irrelevante; Lo importante es la creatividad.

No era mal tío. Es más, hasta resultaba bastante simpático. Una especie de Kilgore (Teniente Coronel que aparecía en "Apocalypse Now") de empresa, que seguía su propia lógica (ojo, tenía sus aciertos) y llevaba rozando el frenesí a todo el personal a su cargo. Creía en si mismo y eso le bastaba. O almenos eso aparentaba. Como afirmaría más de uno: "Vale la pena verlo. Si no existiera, habría que inventarlo". Aunque, claro: es una afirmación propia de quién no lo ha sufrido...

4 Comments:

Blogger C.C.Buxter said...

Aunque la mayoría de la gente ya se ha olvidado de que sí, yo también he trabajado... la descripción de este jefe me ha recordado en parte al que yo tuve en una gestoría. ¿Qué parte? La de mandar una cosa y la otra sin parpadear... De hecho, cuando llegué a la oficina, fue lo primero que aprendí de él: primero me dio varias cajas de declaraciones de la renta para que las ordenase alfabéticamente, extendiéndolas a lo largo de la mesa; y pocos minutos después, cuando intentó escribir en esa misma mesa llena de declaraciones, me dijo: ¡pero qué es esto! ¡Así no se puede trabajar! ¡Despeja esta mesa! Cuando se fue, una mujer que ya era veterana me dijo que no me preocupase, que eso lo hacía siempre...

Los jefes son como los árbitros: aunque sean molestos, caprichosos y a veces malintencionados, se les necesita para poder jugar el partido. Además, siempre se les puede echar la culpa de nuestros males.

1/9/08, 11:51  
Blogger Reverendo Pohr said...

Bueno, en algunos casos también se les puede culpar de los males de la humanidad... pero con moderación. Hay árbitros que, quizá, se merezcan un trato como el que dispensó el cubano Matos a uno de sus "valoradores" al no compartir sus rigurosas apreciaciones; Hay otros que da gusto y es un placer trabajar con ellos. Pero hay que convivir con todos.

Declaraciones de renta? No está mala tener una gestoría en el curriculum...

3/9/08, 9:33  
Blogger Pani said...

O sea, si a tu ex-jefe le metiesen en una caja con el gato de Schrödinger mataría y no mataría al gato a la vez.

14/9/08, 0:54  
Blogger Reverendo Pohr said...

Pani, me encanta que hagais este tipo de aportaciones! El gato de Schodinger! Realmente convertiría el experimento en algo más interesante, porque no podría mantenerse quieto y generaría tal escándalo dentro de la caja que incrementaría el grado de curiosidad de lo que ocurre dentro!!

No obstante creo que lo suya debería enfocarse más dentro de la rama de la psicología (o la psiquiatria) que desde la mecánica cuántica

14/9/08, 18:16  

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