martes, junio 03, 2008

Maitanam

Suele decirse que la vida en sociedad suele comportar una serie de problemas, así como la convivencia de un grupo de individuos en un espacio determinado puede llegar a resultar problemática. La cohesión en cualquier comunidad requiere un gran esfuerzo colectivo, puesto que, en la linea de lo comentado sobre Hobbes en "Saitama", los diferentes individuos buscan por naturaleza satisfacer sus intereses personales, aunque estén dispuestos a renunciar en parte a ello en beneficio del grupo. A cambio, éste les garantiza una mayor seguridad y un bienestar al que la mayoría quizá no podría aspirar de estar en un estado de conflicto "todos contra todos". Como mantener contentos a todos los miembros de un colectivo suena a utopía, se procura que, al menos, la máxima se mantenga para con la gran mayoría. Y ahí puede surgir otro nuevo problema: ¿Qué ocurre cuando, para conseguir la cohesión de una mayoría, se utiliza como herramientas de sacrificio a la/s minoria/s?

Echando un vistazo a la reciente The Mist (Darabont, 2007) , como a otros tantos ejemplos como Dogville (Trier, 2003) o El crisol (Hytner, 1996), uno puede observar que las comunidades o grupos cerrados y/o aislados cuentan con una especial propensión a sacrificar, cuando es necesario, a algunos de sus individuos en favor, supuestamente, del colectivo, aunqué más bien acostumbraría a ser una demostración de un comunitarismo rampante, en el cuál una mayoría de individuos se consolidan como un grupo homogéneo a base de machacar a unos particulares o grupo minoritario de individuos. En el caso de The Mist, adaptación de la novela honónima de Stephen King, llega a ser sorprendente como el miedo, la angustia o la desesperanza pueden facilitar un escenario dónde unas fanáticas y ridículas ideas, extraidas de una visión mezquina y enfermizamente radical de la religión cristiana, pueden llegar a calar en un grupo de personas y empujar a una reconfigurada mayoría a intentar eliminar a la minoría disidente con la ilusa y absurdamente ingenua creencia de que eso les beneficiará como colectivo. ¡La pesadilla del pensador británico John Stuart Mill (y su miedo a la Tiranía de las Mayorías) hecha realidad!

Pensemos. Ya nos pasaba en nuestra infancia: en caso de duda, nos alineábamos con el que creíamos que era más fuerte. Era una tendencia que iba en la línea del Efecto Bandwagon (o Efecto Bola de Nieve) , tan presente en la vida adulta, y esa costumbre de dejarnos arrastrar por lo que hace todo el mundo. En nuestra edad escolar nunca solíamos llevar la contraria a los "fuertes" de la clase (tontos seríamos) y evitábamos ser víctimas de los grupitos de colegas que se metían con todo el mundo, tiempos aquellos en los que no se empleaba tanto la palabra Bullying. Si alguien era blanco de las iras de alguna pandillita de niñatos, muy pocos tenían valor de defender al que estaba solo. Más bien al contrario, las arengas eran más númerosas en pro de los "agresores". ¡Esta juventud!


Sin embargo, especulando un poco, ¿qué pasaría si la mayoría, en lugar de legitimar con silencio cómplice esas actuaciones, las condenara y defendiera a los particulares atacados?. Suena idílico, porque, a priori, a uno le gustar pensar que así se evitarían males futuros: una posible represalia desincentiva una determinada actitud agresiva y hostil; Ahora bien, todo suena hipotético. Una defensa desproporcionada puede conseguir que cualquier asociación de individuos, defensores de sus intereses comunes, se sienta atacada. En consecuencia, su cohesión interna augmentará y su respuesta, por ende, será aún más agresiva. Conflicto. Si la mayoría es homogénea y responde con más contundencia, con la finalidad de aplacar a estos "rebeldes", estaremos igualmente ante una "Tiranía de la Mayoría" ; Si es heterogénea, se agravará dicho conflicto y el objetivo de esa minoría será hacerse con el control de esa débil mayoría. Y si lo consigue, lo más lógico y probable, para evitar que este proceso sea reversible y se vuelva al estado anterior, es que instaure otra nueva forma de "Tiranía de (reconfigurada) Mayoría". Por lo tanto, de una manera u otra, acabamos en el mismo sitio, con igual peligro de ver "mayorías" reprimiendo "minorías".

Repito. Todo es especular. La vida, en la práctica, llega a ser más "divertidamente" imprevisible. Incluso pueden hallarse maneras de cohesionar un grupo sin la necesidad de enfrentarlo con otro! Ahora bien, qué fantástico es creerse parte de los "buenos" y estar en contra de los "malos".

2 Comments:

Blogger C.C.Buxter said...

Interesante planteamiento. La tiranía de las mayorías está en la naturaleza del ser humano, como bien explicas, y aunque pueda causar injusticias, se acepta socialmente como un mal menor. Lo que es realmente descorazonador es que determinadas minorías, cuando son violentas, son capaces de imponer su voluntad a la inmensa mayoría silenciosa. No hablo ya de fenómenos terroristas, sino de simples familias que aterrorizan pueblos enteros y hacen la vida imposible a los demás con total impunidad.

Un fenómeno interesante de las plurales sociedades actuales es el de las minorías que llegan a ser mayorías, y mimetizan el comportamiento que antes sufrían en sus propias carnes. ¿Olvido o venganza?

14/7/08, 11:18  
Blogger Reverendo Pohr said...

¿alguna vez has escuchado aquella referencia a las masas como "la bestia"?. Con la máxima "la masa" es ignorante, se justifica su control más que su instrucción. Así existen élites, dentro de la cuál se vive muy bien (es un fin).

Parece que el tira-y-afloja entre élite y masa es una constante en la historia de las comunidades humanas y, por ende, cada uno debe jugar el papel que le toca, dada la eficacia de esta fórmula.
Más olvido o venganza, cuando se forma parte de una élite, toca ejercer de tal. Si toca tiranía, toca tiranía.

¿Qué debe tener más relevancia, la persona o sus circunstancias? A saber.

16/7/08, 12:33  

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