jueves, noviembre 29, 2007

Osadías de medievo

"No soporto a esa endemoniada" - exclamaba indignado el Conde de Peñaranda ante su fiel consejero Rufanio. "Su grimosa mirada me altera sobremanera, sus formas son escalofriantes, su mente enajenada es una amenaza imperecedera e inquietante". "No debeis soliviantaros, señor" - le respondió su prudente secretario, considerando que los efectos de la repulsa que le causaba la invitada de su esposa, una poco favorida y menos agraciada cortesana, otrora vividora aristócrata, no debía hacerle perder los estribos. "Asumid vuestra condición, siendo pues factor de atracción; vuestra gracia a muchos llama e imposible resulta elegir a quién afecta y a quién no".

Tomarse las cosas con filosofía colabora con placer en el cuotidiano quehacer. Como imanes funcionamos aunque a veces lo evitamos, aúnque nuestro polo de atracción no sea de nuestra elección. "Por favor, Rufanio, socorredme. ¿Qué diantres puedo hacer para que no se derritan mis retinas cuando ante mis ojos pasa tan desagradable imagen?". Y Rufanio, emulando sin fabular a su primo tercero (por parte de madre) Patronio, le expuso lo siguiente: "Por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual pero de sentido opuesto sobre el cuerpo que la produjo. Dicho de otra forma: Las fuerzas siempre se presentan en pares de igual magnitud y sentido opuesto y están situadas sobre la misma recta". La cara de imbécil que mostró el señor del condado no era un poema, sino más bien una colección de romanceros poéticos.

"Vayamos por partes. Mi muy noble señor, permitidme que os diga que la animadversión suele esconder temor. Todo ser con rasgos marcadamente diferenciales genera una inseguridad: no responder de una forma a considerar equilibrada. Se teme quedarse corto y dejarse avasallar o pasarse de largo y lamentar un desproporcionado exceso. No temais que esa dama se acerque, tratadla como si fuera una más, cauto con no sobrepasarse y firme para no dejarse amilanar con incómodas extravagancias y extraños gestos." Rufanio era una persona que trabajaba con esfuerzo el intelecto, aunque sus palabras no facilitaban sus comprensión todo lo deseado. "¿Miedo, yo? - se expresó, asombrado, el conde. "Rufanio, si manteneis esta actitud habré de pensar seriamente el convertirte en eunuco de mi esposa" . Sin duda, su capacidad para encajar la crítica era incontestable.


"Si vuestra grandeza así lo desea, permitídme recordarle vuestro cortejo a la vizcondesa de Ilergeta. Vos estábais completamente prendado de ella. Motivos no eran pocos, más que suficientes diría yo, pues era una dama sublimemente hermosa. Consciente es. En mi modesta y humilde opinión, vuestra obsesión, vuestro exceso de celo, vuestro incansable empeño, generó una progresiva respuesta resistente que os perjudicó a la hora de cumplir vuestro objetivo. Posiblemente no tuvierais opción, directamente dirigido a la consecución, pero debisteis tener presente, de entonces para delante, que cuánta más fuerza se emplea, más resistencia se genera".

El noble titulado permaneció interpérrito y cariacontecido. Tras unos momentos de notables esfuerzos de lo que parecía un difícilisimo proceso de asimilación, se dispuso a ponerse de nuevo en funcionamiento. Llamó a uno de sus guardias y le hizo llevarse a Rufanio. Esta noche la pasaría en el calabozo, por pasarse de listo. ¡Qué osadía! Primero insinuar que era cobarde y después pretender ser más entendido que él en el arte de la seducción y el cortejo. ¡Maldito Plebeyo! ¡Para escuchar tonterías ya compartía alcoba con la desposada hija de un marqués!

Mientras bajaban escaleras abajo, soldado y consejero comentaban la jugada: "Pobre infeliz. Al parecer hoy tiene el Día Tonto". "No te preocupes: ya te explicaré con todo lujo de detalles su recital de caras y expresiones de la cena de esta noche con la otra delante". "Si es que el día que aprenda, la vida será más aburrida: todo efectividad". "Cierto, y echaremos de menos las timbas que nos echamos en el calabozo. Por cuatro monedas miserables que ganamos".

"Ah! Por eso no te preocupes, hombre!. - gesticuló el consejero. Encontraremos otros lugares"

2 Comments:

Blogger Pani said...

No sé si es euforia o que equivocamos conceptos pero a veces, para hacernos oír, gritamos tanto que dejamos sordo al interlocutor. O que somos tan efusivos queriendo convencer que desconvencemos.
Por cierto, se escribe "ha habido" no "han habido", es por la siguiente entrada, es superior a mis fuerzas.

26/12/07, 19:42  
Blogger Reverendo Pohr said...

Gracias!!! La escritura no sería igual sin erratas... pero tampoco con ellas.

2/1/08, 13:23  

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