Ironías del destino
"Siempre me he considerado bastante tranquilo. Pese a ello, a los 6 años de edad tuve mi primera bronca. El culpable fue un estúpido vecino del bloque de al lado de donde vivía, Jorge, un niñato repelente y chulito, que se ganó mi primer puñetazo bien dado. No me importaba que nuestras madres tuvieran una pacificadora charla: aunque su golpe en mi brazo aún me dolía, yo le había dejado el pómulo ocular moradito, moradito. Y entonces aquello me pareció fantástico.
Con 12 años, Jorge y servidor estudiábamos en el mismo colegio y eramos amigos inseparables. Siempre ibamos juntos y lo compartíamos todo. Incluso la manía que le teníamos a otro chaval, Juanma, un empollón engreido y elitista que nos miraba con cara de asco y aire de superioridad. No eramos problemáticos ni folloneros, pero con éste... no podíamos tragar. Daba tanta rabia verle, que no entiendo cómo, en tantos años de escuela, lo único que se llevó de nosotros fuera varias patadas bien dadas jugando en el recreo. Nunca le hicimos nada, auque, ciertamente, este tío era tan prepotente que bien merecía que alguien le partiera las gafas de sabiondo que llevaba.
Creo que nunca volverán a repetirse aquellas espectaculares juergas que me pegaba con 18 años. Salir los fines de semana con Juanma y Jorge de fiesta era lo más increiblemente divertido que he vivido jamás. Cada borrachera, cada intento infructuoso de ligue, cada gamberrada... era un acontecimiento inolvidable. De lo mejor de mi vida. Después de un tiempo, comenzamos a salir con un grupo mixto bastante grande dentro del cuál nos los seguimos pasando en grande. No obstante, dentro de ese grupo había una chica, Mónica, a la cuál no podía ni ver. Aparte de parecerme insulsa, estúpida y antipática, me resultaba muy poco atractiva. Es más, hasta me parecía algo fea.
Tras más de un lustro saliendo juntos, me casé con 25 años con Mónica. Aquel día me parecía el ser más hermoso del mundo y mi opinión no ha cambiado en exceso. Incluso, tiempo después, cuando se quedó embarazada por primera vez, creí que no había visto un ser tan bello en toda mi vida. Aunque una cosa que nunca comprendí es por qué asistió a la boda el imbécil de Carlos, un compañero suyo de trabajo bastante payaso que siempre pretendía hacerse el gracioso. Era realmente insoportable. No obstante, Mónica también me echó en cara la invitación de mi prima Laura, una repulsiva pija a la que no podía ver y con la que tuve que cumplir por no realizarles un feo a sus padres. Estaba claro que, incluso un día algo emblemático como aquél, también tuvimos que echarle estómago al tema.
Por cierto, aquel día fue Juanma quién llevó el ramo y le llevó la poesía a Mónica. Nuestro chófer nupcial fue mi amigo de la infancia, Jorge.
A los 32 años, monté un club deportivo juvenil, una empresa que con los años tendría un éxito más que satisfactorio. Debo reconocer que nunca hubiera sido posible sin un socio tan serio y trabajador como era Carlos, un ex-compañero de trabajo de mi mujer. Siempre ha estado dispuesto a dejarse la cara por mí y yo a poner la mano en el fuego por él. Creo que asociarme con él ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Tras repasar mi historia personal me he dado de lo estúpido que he llegado a ser en la vida juzgando de entrada a la gente. Después de tantos años, la única persona a la que creía poder odiar de verdad era a José, un primo mio muy facha, antisocial e incapaz durante muchos años de expulsar algo por su boca que no fuera veneno. Teniendo en cuenta que mi prima Laura, lejos de seguir cayéndome tan mal, se había convertido en la madrina de mis dos hijas, sin duda, era su también primo, José, el que merecía el premio de ser la persona más odiosa del mundo. Todo un logro, a pesar de todo.
A los 50 años, fui víctima de una grave enfermedad renal. Necesitaba un trasplante urgente. No contaba con demasiados parientes compatibles, así que el primer voluntario que se ofreció fue el donante definitivo. Ciertamente tuve suerte, ya que la operación resultaría todo un éxito y, una década después, mi riñón aún sigue funcionando a la perfección. Sin duda, tuve la fortuna de que el donante fuera mi primo José."
9 Comments:
muy bueno tu blog, tienes muy buen contenido y me gustan los colores
Y sin embargo, se dice que la primera impresión es la que queda...
Yo casi que me fío más de esa, de la primera (por las experiencias vividas, he acertado más ahí que con el tiempo...), pero es increíble lo que puede cambiar la gente con el tiempo y la de opiniones que tenemos que cambiar por esas actitudes.
Efectivamente, a veces cambiamos de opiniòn y estima haacia nuestros prójimos. Sin embargo, tanto, tanto ... En todo caso, el post estupendo y entretenido.
Al principio creía que era real y me ha parecido curiosísimo. Luego ya se ve por dónde van los tiros, aunque sigue siendo verdad que nos suele suceder eso.
No obstante, en la práctica, casi coincido más con Juan. A mí las primeras impresiones son las que se me quedan. Pueden variar, pero siempre terminan volviendo a su origen.
Cuando he empezado a leerte he caído en la cuenta en la facilidad que tienen los niños de pasar de una pelea al ser inseparables. Sin embargo esa facilidad para el olvido y ese entusiasmo por compartirlo todo hasta los golpes desaparece al cabo de los años convirtiéndonos en seres incapaces de ser tan sinceros como un buen puñetazo y tan honestos como para luego ser inseparables. Y a cambio nos convertimos en personas que lejos de olvidar, apartamos a aquellos que han tenido la osadía de tener un enfrentamiento con nosotros o de pensar si quiera de forma diferente.
Es grato comprobar que has sido un niño hasta hoy y has sabido ir añadiendo amigos inseparables a tu vida.
Me alegra que te guste, Kubablog. Estás invitada a visitarlo cuando quieres y serás bienvenida.
Juan, la primera impresión no solo queda, sino que incluso determina. Sin embargo, recuerdo aquello de "si lees un libro y lo vuelves a leer años después, te puede llegar a parecer muy diferente. El libro será el mismo, pero cambia la persona que lo percibe". Una primera impresión puede no cambiar, pero sí matizarse mucho y afrontarse de manera diferente.
Bueno, Montse, siempre he sido el "lumbreras de la familia". No sé si mi corazón dicta que es bueno asumir los cambios de percepción del otro y no defender orgullosamente la primera opinión que puedas tener de los otros. Pero creo que tal vez haya que concederle una oportunidad.
Miros, quizá sea exagerado tanto cambio pero, lo debes saber mejor que yo, la vida a veces parece que sea una ironía encadenada. A veces el tiempo llega a producir cambios espectáculares en la relación entre personas (no hay más que ver a una pareja que no lleve bien su separación). Incluso, enemigos antagónicos se ha llegado a convertir en aliados.
Dedalus, no es una historia real pero puede parecerlo porque muchos nos hemos encontrado en situaciones parecidas, al más puro estilo "quién lo ha visto y quién lo ve": gente que te caía mal al principio y con la que luego has tenido un relación incluso de amistad, personas que admirabas y luego te decepcionan, sujetos/as con los que nunca creerías que tendrías nada que ver y con los/las que después compartes una parte de tu vida. Como dice la canción de "Los Suaves": "El destino se burla de ti". Igual es una manera de decirnos que no debemos autoconcedernos tanta importancia.
En primer lugar, Amy, bienvenida por estos lares. Ciertamente, la inocencia infantil nos permite vivir sin conceder tanta importancia a las cosas (ni a nosotros mismos). Incluso pedir "perdón" parece lo más sencillo del mundo. Ser siempre coherente y congruente con lo que se dice o se escribe no es, para nada, una preocupación. En cierto modo, nos sentimos más libres. ¿Por qué cambiamos? ¿Podemos recuperar ese espíritu infantil de libertad?
Por cierto, la historia no es autobiográfica: mantengo intactos (de momento) los dos riñones con los que nací.
Sí, sí, ya veremos cuando llegue Vd. a los cincuenta, (guiño).
Creo que todos tenemos algún amigo o, como mínimo, conocido no molesto... al que en un principio no tragábamos. De hecho, entre los amigos de toda la vida, también he pensado alguna vez que, si en vez de conocerlos a los cinco años los hubiese conocido ahora, seguramente nunca hubiésemos llegado a ser amigos.
Yo suelo ser bastante tolerante con esto de las primeras impresiones, más que nada porque normalmente soy víctima de ellas. Habitualmente la gente me ve como a una persona seria y poco amigable, seguramente debido a mi timidez. Luego, si llegan a conocerme, no se explican cómo han podido vivir sin mí... ;P
Todavía me faltan 20 largos añazos hasta los 50!!! (un suspiro)
Hay veces que las cirscunstancias marcan las relaciones: desde parejas que se han forjado por un evento muy concreto (de no haber ocurrido, igual ni se hubiesen hablado en su vida) a amistades que surgen fruto de un problema, enemigo o elemento opositor común en un momento y lugar determinado (y que de no existir ese elemento, nunca se habrían forjado).
No sé que primera impresión causo, pero a mí me parece que muchas veces soy "invisible" de entrada. O genero indiferencia o el finjimiento de indiferencia. Mea culpa.
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