miércoles, diciembre 23, 2009

El año más grande (I)

No acostumbro a escribir sobre mis aficiones futbolísticas, pero creo que la ocasión merece que haga una excepción. El Barça obtuvo el pasado sabado 19 de diciembre el Mundial de Clubs de la FIFA y redondeó así un 2009 prácticamente perfecto: 6 títulos en liza (a nivel nacional, continental y mundial) y los 6 ganados. Y reconocimiento anual de mejor equipo de España, mejor equipo de Europa, mejor equipo del Mundo. Una marca que nunca un equipo de fútbol había alcanzado anteriormente. Un hito, que en la práctica de un deporte universal y de masas como es el balonpié, siempre será dificilísimo de repetir.

Como toda historia, a la cima no se llega sin estar previamente en las profundidades. A finales de la primavera de 2008, el F.C. Barcelona se encontraba en una situación de crisis como club, tanto a nivel deportivo como político. En solo 10 días, era eliminado de la máxima competición continental, la UEFA Champions League, por el Manchester United (1-0) y veía como su máximo rival nacional, el Real Madrid, se proclamaba campeón de la Liga Española. No solo eso, hubo de hacerle el tradicional pasillo de reconocimiento de campeón antes de salir humillado de su campo tras un penoso partido en el que se pretendió hacer toda la leña posible del árbol caído (4-1). Poco después, estallaba la crisis en la propia dirección del club, con una moción de censura contra el presidente de la entidad que estuvo muy cerca de prosperar (el 60% de los electores participantes votaron para que abandonase la presidencia, cuando a partir del 66% es vinculante) y la dimisión en masa de casi la mitad de los miembros del Consejo Directivo del club. Nada pintaba demasiado bien y en un mundo cómo éste, dónde tanto priman los resultados y el cumplimiento de los objetivos fijados, una crisis institucional como la que podía sufrir el FC Barcelona podía tener repercusiones más allá del ámbito económico.

Si soy franco, cuando el club decició apostar por Pep Guardiola, capitán del equipo en su época de jugador, como entrenador, lo vi con cierto ecepticismo. Me pareció una apuesta sencilla y barata (un técnico de la casa) para salir de una situación complicada a nivel deportivo; un salto hacia delante, sin red de protección y con los ojos cerrados. Que si sale, sale y sinó, almenos no costó mucho. Evidentemente, quiénes conocían a Pep sabía que potencial tenía para ser entrenador del Barça: había cogido a su filial, el Barça Atlètic, y lo había hecho campeón del liga de tercera división y equipo ascensor a la segunda división B con un play-off impecable. Pero entrenar a un equipo profesional parecían metas mayores.

Por lo que se ve, Guardiola intentó imprimir su sello en el equipo desde el principio. Procuró deshacerse de todo aquello que fuera un obstáculo a lo que él pretendía hacer y se atrevió a probar cosas por las que muchos no hubieran apostado que funcionaran. Se sacó de la manga dos de sus jugadores del filial, completamente desconocidos entonces (Pedro, Sergi Busquets), y los hizo jugar con el primer equipo. A la vez, parecía que los símbolos de la anterior época, Ronaldinho y Deco, eran malvendidos simplemente porque no eran deseados por un algo caprichoso nuevo mister (el tiempo le dio la razón), que, por el contrario, se mantuvo firme en volver a apostar por jugadores que no habían estado finos en la última temporada (Henry, Márquez). Se fichó a un gran jugador como ya era Dani Alves, pero Keita, Hleb y Cáceres eran una incógnita. Aún así, el estilo no me desagradaba, pero lo que mandaban eran los resultados. Y la nueva temporada no comenzaría nada, nada bien.

La Liga se inició con una decepcionantísima derrota en Soria, contra el Numancia (1-0), acompañada la semana después por un pobre empate en casa con el Racing de Santander (1-1). No era, sin duda, el comienzo ilusionante que un podía esperar de un nuevo proyecto deportivo, pero no había más remedio que esperar. El futuro siempre depara alguna sorpresa. Y la primera de carácter agradable fue la victoria 1-6 en Gijón en la siguiente semana. La primera de muchas victorías consecutivas, algunas más fáciles, otras más difíciles (incluída el 2-0 contra el R.Madrid), con las que, en cuestión de meses, se pudo colocar en cabeza en la Liga Española y llegar a las últimas eliminatorias de Copa del Rey (cuartos) y Liga de Campeones (Octavos) antes de final de año. No se había ganado nada, pero, almenos, se había recuperado poco a poco la ilusión.

Y comenzó el 2009. Nadie podía imaginar todo lo que iba a venir a continuación.