Hablar de nosotros
Curiosa es esa costumbre de decir "nuestro" cuando realmente se debería decir "mio". Como si requiriésemos que algo propio necesitara de la legitimidad de otros. En alguna ocasión, en el extranjero, uno ha escuchado aquello de "es que los españoles somos..." (o también el "és que els catalans som...") intentando aleccionar, cuál autonombrado embajador, al resto de los mortales. De aquello que te vienen ganas de interrumpir para hacer el matiz: "Oye, habla por tí". Almenos que deje claro que es su opinión o que su visión es subjetiva. Cierto es que existen rasgos culturales comunes, que se puede compartir una lengua y que contamos con unas mismas costumbres. Puede decirse que formamos una gran comunidad o una comunidad de comunidades (o una nación o una nación de naciones) y que somos parte de algo en común que nos es propio. Existen muchos elementos objetivos de unión. Pero, me temo, que siempre estará el que se embale y comience a incluir aspectos de cosecha propia y pretenda venderlo como algo colectivo, como "lo normal" . Como el imaginativo niño que le pone un nombre a algo e intenta convecerte de que aquello se llama así y siempre se ha llamado así.
Por un motivo u otro, me ha llegado de mis paisanos catalanes muchas visiones subjetivas sobre Catalunya: como si fuera una Gran Barcelona o como si el paradigma fuera la Catalunya interior. He escuchado la idea de país que tienen en la pudiente Pedralbes, contrastada con la perspectiva de los inmigrantes de los años 60. Y me la han planteado de tantas maneras, que al final me digo a mi mismo: si hay que ser subjetivos, me quedo con mi propia idea. Compartida en mayor o medida, de manera casi absoluta o prácticamente nula. Pero es la mía.
De la misma manera, ocurre con la visión que tengo de España. Si ningún independentista me tiene que dar lecciones de "catalanidad", mucho menos tiene que venirme el megapatriota de la "España, Una, Grande y Libre" (o parecido) a calentarme la cabeza y pretender enseñarme qué es ser español. Debe ser que nuestra cultura política, sobretodo en democracia, es todavía endeble para explicar que la mayoría de visiones políticas que nos llegan y tratan acerca de algo tan subjetivo como es el nacionalismo provengan de personajes interesados o charlatanes pedantes. Poco rigor objetivo y mucho elemento emocional propio... pero vendiéndolo como si fuera cosa de todos.
El uso en política es desproporcionado y no hay más que observar esa vieja y tan lamentable estrategia política de ganar votos criticando a "los otros". Pero lo peor de todo es que todo esto tiene una trasfondo económico. Los sentimientos de pertenencia son también un negocio y solo así se se entiende que exista tanta prensa escrita (y otros medios) defendiendo los intereses de determinadas empresas con la autodenominación (falsa) de nacional. Ya no hablamos solo del deporte y sus bombardeos mediáticos (como los que exaltan como héroes o salvadores a hombres de negocios o a potenciales aspirantes a políticos), sino de cualquier ámbito que haga tanto hincapié en las "diferencias" en lugar de las "afinidades".
Una vez ví un chiste gráfico, en el cuál salían famélicos pakistanies bailando en las calles porque su país había hecho una prueba con una bomba nuclear. Cuando, ante su aspecto, le preguntaban de qué se alimentaba, él decía feliz: "De orgullo nacional". No tiene vitaminas ni proteinas... pero alimenta las arcas de más de un "patriota". Eso sí, y sobretodo es muy nacional!!!
7 Comments:
Mira Reverendo amo Cataluña porque vivo y trabajo en ella, amo Aragón porque nací y me crié allí, y me gusta España porque soy española. Esa es mi idea, tan válida como la de un nacionalista catalán o como la de un madrileño castizo. Cada uno con la suya, y ante todo respeto, mucho respeto. Me gustó tu post.
Reverendo, creo que has dado en el clavo de por qué no soy nacionalista... Mis sentimientos de pertenencia o cariño los escojo yo. Ni la Historia, ni los dirigentes políticos, ni los deportistas, ni nadie. Yo.
Y me da asco que todo el mundo ande tirándose sus nacionalismos a la cabeza. Como dices, el abuso que de ésto hace la política española (con perdón, que ahí englobo porque así lo dice el mapa la catalana, la vasca y, ya que estamos, la extremeña) es vomitivo. Respeto, por favor, respeto, que no es tan difícil...
Hasta hace poco pensaba que el nacionalismo estaba en crisis por lógica, por historia (dos guerras mundiales) y por Internet. Pero luego me di cuenta de mi error. La incultura nos sobrevuela y cuando el hombre no tiene cultura se desprecia y cuando el hombre se desprecia busca en el grupo lo que no encuentra en sí mismo. Lamentablemente, y de seguir así las cosas, el nacionalismo va a ser la religión del tercer milenio.
Arual, hay cosas que uno no elige (dónde nace, por ejemplo), pero sí tiene elección a la hora de tomarse las cosas.Y cada uno/a las siente de una manera u otra. Ya está bien de etiquetajes interesados!
Juan, el nacionalismo me parece un sentimiento particular(por ende, algo subjetivo) de pertenencia a un colectivo, un grupo o a algo más grande que uno mismo. Pero parte de uno/a mismo. Plantearlo al revés suele ser (almenos, así me parece) una interesada forma de control, dominio o explotación. Si algo enseña la teoría política es que sus conceptos no son constantes, sino variables convencionales, tanto en espacio como en tiempo.
Petrarca, yo no creo que el nacionalismo (almenos tal y como se forjó en el S.XIX y sus particulares circunstancias) vaya a ser esa religión, pero sí pueden serlo otros planteamientos dogmáticos objetivados. Y con los medios que existen (y existirán) y con la falta de autocrítica instigada, esas "nuevas religiones" llegarán a más gente, por lo que habrá más adeptos...y más disidentes.
Respecto al nacionalismo, me parece magistral el último capítulo del libro "Carta abierta de Woody Allen a Platón", de Juan Antonio Rivera. Partiendo de una película (creo que se llama "Lilí" o algo así) en la que una niña cree que los títeres del teatro existen de verdad y hablan por sí mismos, Rivera considera que esa es la fórmula empleada por los nacionalismos: hacerse valer de muñecos rimbombantes, carentes de vida propia, a los que les adjudican características, sentimientos y necesidades humanas, llegando a hacer creer a los demás que existen realmente. Así, por ejemplo, se dice que España "sufre" oleadas de inmigración, o que Cataluña "se encuentra incómoda" en el actual modelo territorial.
El nacionalismo, como todo refugio al que acudir cuando no se soporta la soledad del yo (otros son la religión, el fútbol o las tribus urbanas), siempre va a tener buena salud, ya que responde a la necesidad humana de ser aceptado y sentir que uno pertenece a algo que le trasciende. Por eso siempre se identifica el yo con el nosotros: el nacionalista no concibe un modelo de nación que no sea el suyo. Unos pueden creer que lo fundamental es la lengua, otros la raza y otros la religión; pero tén por seguro que, cada uno de ellos, cumple con ese requisito "esencial".
Por cierto, el chiste es buenísimo. Me recuerda a una viñeta de hace unos años, en las que se veía a una multitud celebrando el título conseguido por su equipo de fútbol, y que rezaba: "El fútbol es el sueño del capitalismo: millones de personas celebrando que unos pocos ganen miles de millones". ¡Viva Repsol, viva Telefónica!
Buxter, los instrumentos de cohesión social siempre apelan a algún rasgo emocional. Suele funcionar, porque incentiva a un individuo a llenar los vacíos, lagunas, incongruencias y deficiencias de dicho instrumento (algo imperfecto, al ser humano). Y como instrumento de este tipo, aprovecha, como bien dices, ese sentimiento de soledad
(amplificado con una imagen de los demás como un algo "unido" o "compacto").
No quiero entrar en un juicio sobre el nacionalismo en si. Pero eso no quita que crea que es un instrumento de manipulación.
Todo un tributo por la triple corona...
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